Su fama de limpia y bella, la destaca entre las ciudades cubanas, pero no es obra de milagros y sí de mucho empeño de sus pobladores.
Los nativos y los acogidos en esta, la primera Ciudad Monumento de Cuba, no dejan pasar un año sin darle un retoque a sus fachadas, calles, centros gastronómicos o de recreación.
Por estos días las horas se deshacen a fuerza de brochas, escaleras y espátulas por un lado, cemento, arena y cuchara por otro, además de mucho ingenio para lograr alcanzar los propósitos.
Mientras los comunaleros barren las calles y recogen los desechos.
Es así como los bayameses mantienen la imagen como carta de presentación de la segunda villa fundada por los colonizadores y que, ya una vez fue casi totalmente borrada del mapa, cuando sus pobladores prefirieron quemarla antes de entregarla al ejército español.
Ese sentido de lo propio, de pertenecerme, existente en la naturaleza del bayamés, no lo hace arrogante, por el contrario, es cordial y hospitalario, agradable y dado a ayudar a quien lo solicita.Quienes nos visitan así lo han confirmado.
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